sábado, 26 de enero de 2013

El Zen y el arte de mantener el círculo


Éste es un libro inusitadamente breve para lo que propone, que es ni más ni menos que cambiar el mundo y ayudar a que la humanidad entre en una era post-patriarcal. Está dirigido a las mujeres, pues, si ese cambio puede llevarse a cabo, habrán de ser ellas las artífices; aunque, por supuesto, estaré encantada de compartir estas páginas con aquellos hombres interesados en leerlas.
Escribí El millonésimo círculo para inspirar a las mujeres a crear círculos con un centro espiritual, y para ofrecer a quienes actualmente forman parte de ellos una perspectiva de lo que su aportación significa dentro de un contexto más amplio. Trato de contribuir así a acelerar este proceso y un movimiento que ya está en marcha y que se basa en una hipótesis sencilla, cuyo mecanismo, objeto de análisis y observación, es posible aprehender de forma intuitiva e inmediata: cuando un número importante de personas cambia su modo de pensar y de comportarse, la cultura lo hace también, y una nueva era comienza.
En cuanto se comprenden los principios básicos de los círculos de mujeres, es posible darse cuenta de su significación como movimiento revolucionario-evolucionista que a simple vista es difícil de captar. En apariencia se tratan de meros grupos de mujeres que se reúnen y conversan; sin embargo, la aportación de cada mujer y de cada grupo tiene una dimensión mucho más trascendente.
La idea de El millonésimo círculo irrumpió en mí inesperadamente mientras trabajaba en otro de mis libros. Estaba inmersa en el manuscrito de Las diosas de la mujer madura, que trata sobre los arquetipos de mujer a partir de los cincuenta, cuando a raíz de uno de esos arquetipos –que no es en absoluto el de una diosa, sino el arquetipo del círculo- escribí de pronto a doble espacio cuatro páginas de reflexiones que resultaron ser una declaración visionaria completa. Sentí que el propósito intrínseco de aquellas páginas no era el de formar parte, junto a muchas otras, de un grueso volumen, sino el de salir al mundo a solas, como una idea cuyo momento ha llegado; y muy pronto sucedió algo que ratificó esa percepción. Isabel Allende me había pedido algunas ideas para elaborar el discurso de apertura de un congreso, y le envié por fax esas cuatro páginas. Cuando en un momento dado las citó, las dos mil personas de la audiencia interrumpieron súbitamente la charla con sus aplausos.
Surgieron luego los restantes capítulos, del 3 al 9, que constituyen la parte de este libro dedicada a “Cómo llevarlo a cabo”. Durante años, mientras animaba a las mujeres a que formaran círculos, veía la necesidad de contar con un manual de instrucciones, y eso es lo que “El zen y el arte del mantener el círculo” trata de ser. Son capítulos con apariencia de poesía, y contienen un número de palabras reducido si se considera la ambiciosa empresa a la que sirven. La forma sobrevino cuando sin querer descubrí el efecto de pulsar en el ordenador la tecla “centrar” en vez de atenerme a los márgenes habituales. El resultado fue un “Cómo llevarlo a cabo” escrito con las imágenes y palabras que afluían del lado derecho de mi cerebro…, palabras, más que pretenciosas, poéticas y que, como luego advertí, hablaban el mismo lenguaje que habla esa parte de la psique del lector a la que me quería dirigir.
La perspectiva y las percepciones que reflejan esos capítulos son fruto directo de mi experiencia como miembro de diversos círculos de mujeres, que se remonta a 1985, y de dos de ellos en particular, que han sido inapreciables fuentes de aprendizaje: el círculo que, tras resquebrajarse dentro de él la confianza, fue abruptamente disuelto me enseñó mucho, quizá tanto como el círculo de oración y meditación que ha seguido en pie y en el que he participado durante los últimos catorce años. La segunda fuente de experiencia relativa a los círculos han sido los talleres de sabiduría de la mujer en los que he actuado como coordinadora, cuyo elemento central era siempre el encuentro de las mujeres en un gran círculo, aunque cada mujer formara parte, además, de un pequeño grupo sin líder. Por último, y contrastando con las anteriores, ha contribuido mi experiencia como miembro de juntas y comités, ya que me ha permitido ver la diferencia entre una y otra forma de relación, casi mutuamente excluyentes: una que sustenta la psique, la confianza, la autenticidad, y otra que aboga por la productividad, la utilización efectiva del poder y la imagen.
Durante los años que he participado, bien como miembro, bien como coordinadora, en los círculos de mujeres, he reflexionado sobre éstos y su funcionamiento interno. La psicoanalista junguiana que hay en mí veía tanto la profundidad y el crecimiento psicológico como los problemas que surgían dentro de los círculos, y cuál era el elemento que los hacía dignos de confianza; y la parte de mí capaz de intuir el nexo que existe entre la belleza y la verdad se daba cuenta de que los rituales y las ceremonias tenían un efecto sobre la imaginación y era, por tanto, medios que propiciaban la creatividad y la espiritualidad.
Aquellas de vosotras que hayáis participado en grupos de mujeres, ya sean de concienciación o de apoyo, tal vez sintáis que El millonésimo círculo os conmueve al evocar en vuestros corazones el recuerdo de ese grupo y sus circunstancias. Creo que los capítulos correspondientes a “Cómo llevarlo a cabo” serán también un recordatorio de lo que aprendisteis entonces: como fruto de esa experiencia, tenéis  una sabiduría que aportar a cualquier nuevo círculo.
He centrado mi atención en el significado de los círculos de mujeres y en su formación y mantenimiento, porque la mujer, como género, posee un talento natural para ellos. El círculo es una forma arquetípica que resulta familiar a la psique de la mayoría de las mujeres, pues es personal e igualitario; y cuando las mujeres lo trasladan al lugar de trabajo o a la comunidad -a menudo con ciertas modificaciones, a fin de que los hombres lo acepten y no se sientan intimidados por él- las tareas que requieren colaboración experimentan una mejora, y surge un acercamiento emocional y una relación mucho menos jerarquizada entre las personas que trabajaban juntas.
Aquellas mujeres a las que una experiencia previa en uno de estos grupos les haya dejada un regusto amargo, quizá necesiten volver a esa experiencia, tomando como guía las perspectivas que aparecen en este libro, antes de aventurarse en un nuevo círculo de mujeres. Puede que los capítulos titulados “El círculo debe ser un lugar seguro” y “Un círculo en apuros” resulten especialmente útiles; son capítulos que ofrecen, asimismo, algunos principios de carácter indicativo para crear círculos sanos.
Confío en que leerás los capítulos comprendidos entre el 3 y el 9 y que tienen apariencia de poemas como si realmente lo fuesen, y que dejarás que las palabras calen en tu mente, pues despertarán entonces tu propia intuición y tus percepciones, lo cual expandirá su significado. La poesía se sirve de la metáfora y de la analogía –que toma del nivel simbólico de la psique- y es el lenguaje del alma; sus imágenes contienen, además, información condensada, luego breve no será en este caso sinónimo de poco, sino más bien lo contrario, si mis palabras hacen aflorar la sabiduría colectiva que hay en ti como parte de un círculo de mujeres.
Por lo que he oído y observado, creo que es el anhelo de muchas mujeres pertenecer a uno de estos círculos. Si te sientes inspirada para formar un círculo o para conferir mayor profundidad a uno ya existente, este pequeño libro os será de gran ayuda a ti y al círculo que formes, o que reciba tu influencia, y estarás contribuyendo al mismo tiempo a un cambio evolutivo de la cultura humana, puesto que el tuyo será un círculo más en el camino hacia el millonésimo círculo.

Jean Shinoda Bolen. El millonésimo círculo. Kairós.


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