lunes, 12 de noviembre de 2012

La naturaleza instintiva exiliada

(...)
Las niñas que poseen una acusada naturaleza instintiva suelen experimentar un considerable sufrimiento en las etapas iniciales de su vida. Desde su más tierna infancia se sienten cautivas y domesticadas y les dicen que son tercas y se portan mal. Su naturaleza salvaje se revela muy pronto. Son niñas muy curiosas y astutas y ponen de manifiesto unas excentricidades que, debidamente desarrolladas, constituyen la base de su creatividad durante todo el resto de sus vidas. Teniendo en cuenta que la vida creativa es el alimento y el agua del alma, este desarrollo básico es extremadamente importante.
Por regla general, el temprano exilio se inicia sin culpa del interesado y se intensifica por medio de la incomprensión, la crueldad de la ignorancia o la maldad deliberada de los demás. En tal caso, el yo básico de la psique sufre una temprana herida. Cuando ello ocurre, una niña empieza a creer que las imágenes negativas que su familia y su cultura le ofrecen de ella no sólo son totalmente ciertas sino, que, además, están totalmente libres de prejuicios, opiniones y preferencias personales. La niña empieza a creer que es débil, fea e inaceptable y así lo seguirá creyendo por mucho que se esfuerce en modificar la situación.
(...) En muchas culturas, cuando nace una niña se espera de ella que sea o se convierta en un determinado tipo de persona, se comporte de una cierta manera convencional, tenga una serie de valores que, aunque no sean idénticos a los de su familia, sí por lo menos se basen en ellos y, en cualquier caso, no provoque sobresaltos de ningún tipo. Estas expectativas quedan muy bien definidas cuando uno o ambos progenitores experimentan el deseo de una "hija angelical", es decir, de una hija sumisamente "perfecta".
En las fantasías de algunos padres la hija que tengan deberá ser perfecta y sólo deberá reflejar sus criterios y sus valores. Por desgracia, si la niña es salvaje, ésta deberá padecer los repetidos intentos de sus padres de someterla a una operación quirúrgica psíquica en su afán de re-crearla y de modificar lo que el alma le pide a una niña. Por mucho que su alma le pide que mire, la cultura circundante le pedirá que se vuelva ciega. Y, aunque su alma quiera decirle la verdad, ella se verá obligada a guardar silencio.
Pero ni el alma ni la psique de la niña se pueden adaptar a tales exigencias. La insistencia en que se porte de forma "apropiada", cualquiera que sea la definición que pueda dar de ello la autoridad, puede obligar a la niña a huir o a ocultarse bajo tierra o a vagar durante mucho tiempo en busca de un lugar en el que pueda encontrar alimento y paz.
Cuando la cultura define minuciosamente lo que constituye el éxito o la deseable perfección en algo - el aspecto, la estatura, la fuerza, la forma, el poder adquisitivo, la economía, la virilidad, la feminidad, los buenos hijos, la buena conducta, las creencias religiosas-, en la psique de todos los miembros de esa cultura se produce una introyección de los mandatos correspondientes con el fin de que las personas puedan acomodarse a dichos criterios. Por consiguiente, el tema de la mujer salvaje exiliada suele ser doble  interior y personal y exterior y cultural.
Vamos a analizar aquí el tema del exilio interior, pues, cuando el sujeto adquiere la necesaria fuerza - o una fuerza perfecta sino una fuerza moderada e idónea - para ser él mismo  y encontrar el lugar que le corresponde, puede influir magistralmente en la comunidad exterior y en la conciencia cultural. ¿Qué es una fuerza moderada? Es la que se posee cuando la madre interior que cuida a la persona no sabe al ciento por ciento lo que hay que hacer a continuación. Basta con que lo sepa al setenta y cinco por ciento. El setenta y cinco por ciento es un porcentaje aceptable. Recuerda que decimos que una planta está florida tanto si se encuentra a la mitad como si se encuentra a tres cuartos o en la plenitud de su ciclo de floración.


Pinkola Estés, Clarissa. Mujeres que corren con los lobos. Zeta.

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